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No existe la receta o fórmula perfecta cuando se trata de cómo lidiar con el dinero en familia. Es preciso conversar y -principalmente- intercambiar experiencias. Los hijos aprenden más por el ejemplo de los padres que de los discursos y sermones.
El aprendizaje comienza desde pequeños. Los hijos de padres que gastan mucho más de lo que ganan tienden a tornarse en adultos muy desordenados financieramente. O al contrario, tienden a ahorrar exageradamente, lo que tampoco es una actitud equilibrada. Pasear en el shopping puede ser bueno, siempre que no incentive a un hábito de consumo excesivo. El riesgo que puede darse, es que en la cabeza del niño, comprar se vuelva sinónimo de conseguir afecto.
Por ello debemos dedicar a los hijos tiempo y atención. Leer historias, conversar, jugar y pasear en el parque, cocinar juntos, actividades como estas pasan mensajes de afecto indispensables para un desarrollo infantil saludable.
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Al ir de compras, llamá a los niños para que preparen juntos la lista de lo que se necesita comprar
Es importante que ellos aprendan que las compras deben ser planeadas. Otra buena idea es planear juntos actividades como almuerzos en familia y vacaciones.
No te sientas culpable por no realizar de inmediato los sueños de tus hijos. Acordate que incentivarlos a conquistar lo que desean es una manera de enseñarles a administrar sus expectativas y a luchar por sus propios objetivos.
Algunas personas aprenden que el dinero sirve para guardar. Otras que el dinero es para gastar.
En la vida en familia, es importante que el dinero no sea un asunto prohibido y que todos compartan este tema desde siempre para poder trabajarlo juntos.
Lo más importante es lo que se construye en conjunto!
Para aliviar malentendidos familiares por dinero, una buena práctica es destinar una mesada para todos, niños y adultos. Así, cada uno tiene la oportunidad de realizar algunos deseos individuales sin generar conflictos ni afectar el presupuesto.
A partir de los 2 años, los niños empiezan a comprender el significado de comprar y perciben que el dinero es un medio para obtener aquello que desean.
Cerca de los 5 años, el niño consigue entender las relaciones de valor. Jugar al supermercado, por ejemplo, puede volver ese aprendizaje más divertido.
A partir de los 6 años, tu hijo es capaz de comenzar a cuidar su propio dinero. Si podés, dale a él una pequeña mesada y explicale cuáles son los gastos que tienen que salir de este dinero, por ejemplo el recreo del colegio. Si este dinero se acaba antes, él no podrá pedir más sino que tendrá que aprender a administrarlo.
Alrededor de los 11 y 12 años, los preadolescentes tiene la madurez suficiente para tomar decisiones de largo plazo, como optar entre gastar o ahorrar. Administrar una mesada es una buena manera de desarrollar su capacidad de planear y tomar decisiones y convivir con las consecuencias. Es una buena etapa para enseñar a evitar los desperdicios en el día a día y mostrarles, por ejemplo , que economizar el agua, la luz y el teléfono puede ayudar en la compra de una nueva computadora que todos van a usar.
En cualquier edad, la educación es la mejor inversión, vale la pena no sólo por los niños sino para toda la familia.
Hablar sobre dinero en casa permite a todos la oportunidad de compartir sus planes y deseos. Lo ideal es que esto siempre pase, no sólo en momento de crisis, para que la idea de la planificación financiera se asocie a acontecimientos positivos. El planeamiento financiero siempre debe ser asunto de toda la familia. Los momentos de situación financiera cómoda son las mejores oportunidades de conversar y definir las metas a ser alcanzadas.
Escoger un objetivo y unir a la familia en torno a él, hace que la familia se acerque más y que los miembros se comprometan
Es indispensable reunir a la familia para realizar una planificación. Cuando todos se involucran, los compromisos tomados se hacen cada vez más fuertes. El primer paso es descubrir los sueños y deseos en común. Puede ser la superación de un problema inmediato (quitar una deuda, por ejemplo) o la realización de un proyecto (como la reforma de la casa o unas vacaciones).
Después, es hora de hacer las cuentas
El paso siguiente es la definición de cómo debe contribuir cada uno para que el objetivo escogido sea realizado y quién será el encargado de evaluar, una vez por mes, cómo se van haciendo las cosas. Cuando el objetivo fue alcanzado, ¡es sólo disfrutar! ¡Y comenzar de nuevo!